¿Podemos hablar de la existencia de una tradición “idealista” en RI?
Dr. José Ricardo Villanueva Lira
Profesor-Investigador
Instituto de Estudios Internacionales
Universidad del Mar
E-mail: villanueva@huatulco.umar.mx
Artículo publicado originalmente en el 9° Boletín Informativo de la AMEI.
Una de las primeras enseñanzas que la mayoría de los internacionalistas recibe acerca de la historia de la disciplina de las Relaciones Internacionales (RI) es que ésta tiene sus orígenes teóricos con la llamada tradición idealista. El presente artículo pone en tela de juicio la existencia misma de esta teoría. Su principal argumento es que aunque la narrativa de la llamada escuela idealista no es del todo mitológica, sí es altamente inexacta y oscurece nuestro entendimiento de los orígenes de la disciplina. Para respaldar lo anterior, el artículo se organiza de la siguiente forma. Primeramente, se expone la narrativa convencional de la etapa temprana de la disciplina. Después, se brinda una historia revisionista. Y finalmente, se reflexiona sobre si la existencia de la llamada tradición idealista es del todo ficticia. El artículo está enfocado principalmente en las figuras de John Hobson, Leonard Woolf y Henry Brailsford puesto que sus obras respectivas, Hacia un Gobierno Internacional (1915), Gobierno Internacional (1916), y Una Liga de Naciones (1917), fueron quizá las más influyentes en la idea de la Sociedad de Naciones cristalizada por Woodrow Wilson.1
La narrativa convencional de los inicios teóricos de RI
Existen dos narrativas que han sido comúnmente aceptadas y enseñadas para comprender la historia disciplinaria de las Relaciones Internacionales. Las dos están relacionadas. La primera divide la historia de la disciplina en varias etapas. De acuerdo a Hedley Bull, famoso internacionalista de la llamada “Escuela Inglesa”, es posible dividir la historia de la disciplina como una serie de fases subsecuentes: “las doctrinas idealistas o progresivas… que predominaron en los 1920s y la primer parte de los 1930s, y las teorías realistas o conservadoras que se desarrollaron en relación a ellas a finales de los 1930s y durante los 1940s…”2 En otras palabras, la teoría dominante en los orígenes de RI es el idealismo. Múltiples intelectuales importantes de la disciplina han adoptado y enseñado este relato.3 En cuanto a la segunda narrativa, ésta visualiza la historia disciplinaria de RI como una serie de “grandes debates”. En particular, afirma que los orígenes de la disciplina están marcados por una confrontación intelectual durante los 1930s y 1940s entre unos teóricos que defienden al idealismo y otros al realismo político.4
De acuerdo a ambas narrativas, son los horrores de la Primera Guerra Mundial y el deseo ferviente de evitar otra confrontación internacional lo cual dio pie al nacimiento de la disciplina de las Relaciones Internacionales. En palabras de E H Carr, considerado uno de los fundadores del realismo en la disciplina:
El deseo apasionado de prevenir la guerra determinó en su totalidad el curso inicial y dirección de estudio [de RI]. Como otras ciencias en su infancia, la ciencia de política internacional ha estado caracterizada hasta ahora [1939] por la utopía. Ha estado en su etapa inicial en la que el deseo prevalece sobre el razonamiento…5
Así, se ha sugerido que “el utopismo o las ilusiones caracterizaron el estudio y práctica de la política internacional entre las guerras.”6 Se nos dice que los inicios de la disciplina fueron tipificados por una fase en la que el pensamiento teórico estaba dominado por una creencia ingenua en la moralidad, la harmonía de intereses entre distintos actores, y la posibilidad de establecer una organización internacional para regular los asuntos mundiales. Alfred Zimmern, Woodrow Wilson, Leonard Woolf, Henry Brailsford, Norman Angel, entre otros, han sido comúnmente etiquetados como idealistas.7
Las narrativas sugieren que el pensamiento idealista fue particularmente encarnado en el establecimiento de la Sociedad de Naciones, un organismo que se pensó pondría fin al caos internacional de la época. Sin embargo, los eventos mundiales pronto hicieron notable que los teóricos idealistas habían subestimado la importancia del “poder” e ignorado la realidad mundial, incluyendo la naturaleza anárquica del sistema internacional. Según Carr, “los eventos después de 1931 revelaron claramente la deficiencia de meras aspiraciones como base para la ciencia de la política internacional, e hicieron posible embarcar por primera vez en un pensamiento crítico y analítico serio sobre los problemas internacionales.”8 Fue el “realismo” lo que hizo posible que RI se convirtiera en una disciplina por sí misma a través de la producción de análisis más objetivos de la realidad internacional.9 En este sentido, es frecuentemente considerado y enseñado que “el primer gran debate fue ganado claramente por Carr, Morgenthau, y otros pensadores realistas.” 10
Un enfoque revisionista
Estas dos narrativas correlacionadas han sido y continúan siendo ampliamente difundidas en libros de texto y cursos de la disciplina. El autor del presente artículo fue instruido en estas enseñanzas en México durante la Licenciatura y en Australia durante la Maestría. Además, a través de su experiencia doctoral en Escocia, sabe que continúan siendo difundidas en cursos de Licenciatura en diversas universidades del Reino Unido. Esta historia tradicional de los orígenes de RI ha sido tan aceptada en la materia que en 1998 Ole Weaver francamente admitió: “no hay otros medios para contar la historia de la disciplina.”11 Sin embargo, desde finales de los 1990s la idea de existencia de la llamada escuela idealista se ha puesto en tela de juicio por algunos importantes estudios revisionistas.12
Existe una base sólida para criticar las narrativas tradicionales sobre los orígenes de la disciplina. A continuación se proveen tres razones. Primero, ninguno de los llamados teóricos idealistas se identificó como tal. John Hobson, Leonard Woolf y Henry Brailsford, por ejemplo, nunca se concibieron a sí mismos como parte de una teoría idealista dentro del pensamiento internacional. Hobson no concebía su pensamiento como tal. Más bien, se consideraba parte de la corriente del “nuevo liberalismo”.13 Esta escuela argumentaba que ni el comunismo, ni el liberalismo podían resolver los problemas mundiales. Rechazaba el liberalismo puro, estresando la importancia de la igualdad y favoreciendo una mayor intervención del estado en asuntos económicos y sociales.14
De acuerdo a Brailsford: “Los Liberales creen que la Sociedad de Naciones puede funcionar [pero]… El idealismo de la Sociedad de Naciones… es la ruina de Europa, un intento patético de construir sobre una base infundada.”15 Aún más claramente, en 1907 Brailsford declaró: “Siempre he sido Socialista— solía ser Fabiano.”16 Es decir, Brailsford no se consideraba idealista, sino socialista. Así como él, Woolf tampoco se concebía como un idealista, en el sentido de RI, y sí un socialista. Es muy común ver en los bastos escritos de Woolf frases como: “Me llamo a mí mismo y me pienso socialista”, “el autor de este libro es socialista”, “Como socialista, uno lamenta…”17
Una segunda razón por la cual las narrativas convencionales de los comienzos disciplinarios de RI son inexactas es porque los teóricos llamados idealistas no ignoraban los hechos de la realidad internacional. Uno de los principales argumentos de Carr en su clásico La Crisis de los Veinte Años (1939) en contra de los internacionalistas del periodo de entre guerras, es que durante la etapa “utópica” de la disciplina, “los investigadores ponían poca atención a los hechos existentes”.18 Sin embargo, los textos de los teóricos “idealistas” en revisión en este artículo sugieren lo contrario. El libro seminal de Peter Wilson, La Teoría Internacional de Leonard Woolf (2003) ha brindado evidencia extensiva sobre la quasi obsesión que tenía Woolf por fundamentar sus escritos con hechos de la realidad internacional. En particular, Wilson ha demostrado que esta postura le fue heredada a Woolf del Fabianismo, que se caracteriza en parte por “la importancia que le atribuye a los hechos y las investigaciones empíricas detalladas.”19
Algo similar se puede argumentar acerca de Hobson y Brailsford. El magnus opus de Hobson que es su obra más conocida en RI, Imperialismo: Un estudio (1902), se encuentra lleno de evidencia de la realidad internacional del momento. A través del libro, Hobson provee de amplias pruebas empíricas para mostrar el surgimiento de un imperialismo distinto que brotó a finales del siglo XIX. Hobson provee vastos datos estadísticos para respaldar sus argumentos, tales como la búsqueda capitalista de mercados externos al tener un exceso de producción doméstica.20
Similarmente, Brailsford, quien reconoció seguir los pasos de Hobson en buena medida, en Una Liga de Naciones (1917) intentó proponer la creación de una organización supranacional que tomara en consideración los hechos de la realidad internacional. Para Brailsford, esta institución debía por ejemplo abordar la realidad del imperialismo mundial, en la cual los capitalistas alentaban la realización de aventuras internacionales imperialistas.21 Brailsford demostró que tomaba en cuenta la realidad internacional en otras de sus obras. De hecho, Bull consideraba el magnus opus de Brailsford, La Guerra de Acero y Oro (1914), como un trabajo no “digno de leer, excepto por la luz que emana sobre las preocupaciones y presuposiciones de su tiempo y lugar.” En otras palabras, aún y cuando Bull catalogaba el trabajo de Brailsford como idealista, reconocía que tenía en consideración los hechos de la realidad internacional de la época en el cual Brailsford estaba inmerso.22
Una tercera razón por la cual se puede criticar a la historia disciplinaria convencional de RI es porque una buena parte de los internacionalistas más importantes del llamado periodo idealista tomaban en consideración el poder. Una de las mayores críticas de Carr hacia los teóricos internacionalistas de antes de la Segunda Guerra Mundial es su “indiferencia” por el poder en las relaciones internacionales.23 Esto es, sin embargo, una crítica poco aplicable a los tres teóricos en revisión en este artículo. Se puede argumentar esto porque para los tres intelectuales era fundamental el tema de cómo las grandes potencias ejercían su poder para realizar aventuras imperialistas. En efecto, El Imperialismo (1902) de Hobson, La Guerra de Acero y Oro (1914) de Brailsford, y el Imperio y el Comercio en África (1920) de Woolf, son para varios expertos en el tema, tres clásicos sobre el imperialismo.24
Una forma en particular en la cual los tres autores tocaron el tema del poder político en el imperialismo de las grandes potencias de la época fue a través de su visión instrumentalista del estado. Tanto Hobson, como Brailsford y Woolf, visualizaron al estado como una maquinaria política utilizada por las clases dominantes para ejercer su poder y así llevar acabo aventuras imperialistas.25
¿Es la llamada tradición idealista un mito disciplinario?
Hay entonces pruebas sólidas para criticar la inexactitud de la historia tradicional disciplinaria de RI. Esto, con otra evidencia, llevaron a algunos de los teóricos revisionistas a argumentar que los “idealistas” simplemente no existieron. Peter Wilson, uno de los más importantes revisionistas de RI y a quien la disciplina está en deuda por sus escritos al respecto, por ejemplo argumentó que la llamada escuela idealista es un mero concepto fabricado por la escuela realista para legitimar sus teoría. Por lo tanto, deberíamos considerar los orígenes de RI en un buen grado mitológicos.26
Hay que reconocer, sin embargo, con todo y las pruebas brindadas, que el nacimiento de una escuela idealista no es completamente mitológico. Si bien es cierto que no existió ningún grupo de teóricos que se identificaran a sí mismos como idealistas, y que tampoco ignoraron del todo el poder, ni los hechos de la realidad internacional, también se debe reconocer que algunos intelectuales del período de entre-guerras sí cuentan con algunas características del llamado idealismo. Quizá la característica “idealista” más importante de varios de los internacionalistas de la primera parte del siglo XX, la cual fue sancionada por Carr,27 fue su apoyo a la creación de una institución supranacional para abordar la anarquía internacional.
Como ya se ha comentado, Hobson, Woolf y Brailsford fueron pioneros en proponer la creación de una entidad supranacional. Sus ideas fueron influyentes en la propuesta de Woodrow Wilson materializada durante las Conferencias de Paris.28 Desde antes de la creación de la Sociedad de Naciones Woolf escribió ampliamente sobre ella como la principal solución a la anarquía internacional. Después de la materialización de la organización, Woolf continuó apoyándola. Sin embargo, desde 1920 comenzó a describir el socialismo como una solución necesaria para los problemas internacionales, y sus escritos sobre la Sociedad de Naciones disminuyeron considerablemente.29
El cambio de Brailsford fue aún más marcado. Durante los 1910s Brailsford promovió (y fue influyente en) la creación una organización supranacional, lo cual es atestiguado por el impacto considerable que tuvo su libro La Ligua de las Naciones (1917). Sin embargo, Brailsford quedó desilusionado con la composición estructural final de la Sociedad de Naciones y pronto la criticó como utópica debido a que para él sus estatutos fallaban en abordar el problema del imperialismo capitalista.30 Hobson se unió en su apoyo por la Sociedad de Naciones a Woolf, Brailsford y otros internacionalistas importantes como Alfred Zimmern. Sin embargo, su apoyo se tornó mucho más cauto a partir de los 1930s, cuando se empezó a ver la incapacidad de la organización en asuntos de seguridad internacional.31
Por último, a pesar de lo anterior, hay que señalar que la idea de que el respaldo de la Sociedad de Naciones fue característico de la llamada escuela idealista en RI cuenta con otra problemática. Esto porque el apoyo de la creación de una organización internacional no era rara durante los 1910s entre algunos renombrados socialistas, tales como Leon Trotsky y Karl Kautsky.32 Su apoyo por la creación de esta institución por su puesto no los hacía parte de la llamada escuela “idealista”.
Conclusión
La llamada tradición idealista en RI no es totalmente mitológica. Este escrito en lo particular ha destacado el apoyo a la Sociedad de Naciones como un elemento típico de la llamada etapa idealista que una buena parte de los principales internacionalistas de la época compartían. Hobson, Woolf y Brailsford, apoyaron la idea de crear una Liga de Naciones para combatir la anarquía internacional. El respaldo a la Sociedad de Naciones es sin duda un evento que la historia convencional de la disciplina parece describir con cierta exactitud. Sin embargo, la historia tradicional obscurece el hecho de que los llamados “idealistas” apoyaron la idea de la Sociedad de Naciones en diversos grados y en algunos casos sólo efímeramente. Además, se ignora que el apoyo a la Sociedad de Naciones no provino solamente del “idealismo”, puesto que algunos Socialistas/Marxistas también lo manifestaron.
Asimismo, la historia tradicional es bastante inexacta en su generalización del denominado período idealista en otros aspectos. Este artículo ha demostrado que la supuesta negligencia “idealista” de los hechos de la realidad internacional y del poder, no es congruente con las figuras de importantes internacionalistas de la época, como Hobson, Woolf y Brailsford. Más aún, se ha mostrado que ninguno de estos internacionalistas se autodenominó como idealista.
En definitiva, la historia convencional sobre el génesis de RI oscurece más de lo que esclarece. Por ello, nuestro entendimiento de los orígenes de la disciplina es deficiente si nos limitamos a narrativas tradicionales. En México y Latino América (e internacionalmente), requerimos un mejor entendimiento de la disciplina que podamos transmitir a las nuevas generaciones de internacionalistas. A través de mayor investigación y debate académico, se puede mejorar al respecto. Una mayor introspección historiográfica de nuestra disciplina parece ser relevante a casi un siglo de su supuesta fundación en 1919.
1 F Parkinson, The Philosophy of International Relations: A Study in the History of Thought, Publicaciones Sage, Londres, 1977, p. 156.
2 H Bull, “The Theory of International Politics, 1919-1969”, en B Porter (ed.), The Aberystwyth Papers: International Politics 1919-1969, Oxford University Press, Oxford, p. 33.
3 Por ejemplo: J Vasquez, The Power of Power Politics: From Classical Realism to Neotraditionalism, Cambridge University Press, United Kingdom, 1998, p. 33; C Arenal, Introducción a las Relaciones Internacionales, Tecnos, Madrid, 2002, pp. 101-104.
4 R Jackson and G Sorensen, Introduction to International Relations: theories and approaches, 5th ed., Oxford University Press, Oxford, 2013, p. 44.
5 E H Carr, The Twenty Years’ Crisis 1919-1939: An Introduction to the Study of International Relations, Palgrave, N.Y., 2001 [1939], p. 8.
6 J Elias and P Sutch, International Relations: the basics, Routledge, London, 2007, p. 8.
7 Ver por ejemplo: Bull, pp. 33-35.
8 Carr, p. 9.
9 Carr, p. 9-10.
10 Jackson and Sorensen, p. 44.
11 O Weaver, “The Sociology of a Not So International Discipline: American and European Developments in International Relations”, International Organization, vol. 52, No. 4, 1998, p. 715.
12 Ver por ejemplo: L Ashworth, “Where are the idealists in interwar International Relations?”, Review of International Studies, vol. 32, no. 2, 2006, pp. 291-308.
13 J Hobson, The Crisis of Liberalism: New Issues of Democracy, Orchard House, Londres, 1909, p. 133.
14 J Hobson, Confessions of an Economic Heretic: The Autobiography of J A Hobson, Harvester Press, Sussex, 1976, pp. 52-53.
15 H Brailsford, After the Peace, Thomas Seltzer, N.Y., 1922, pp. 148-149.
16 H Brailsford, “Brailsford to R C K Ensor”, 24 August, 1907, en F Leventhal, Last Dissenter, p. 95.
17 L Woolf, Socialism and Cooperation, Leonard Parsons, London, 1921, pp. 3-4, 16; L Woolf, “English Socialism”, The New Statesman and Nation, March 22, 1941, p. 304.
18 Carr, p. 6.
19 P Wilson, The International Theory of Leonard Woolf: A study in Twentieth Century Idealism, Palgrave Macmillan, N.Y., 2003, p. 30.
20 J Hobson, Imperialism: A Study, 3rd ed., George Allan and Unwin Ltd, London, 1938 [1902], pp. 52, 62, 79.
21 H Brailsford, A League of Nations, Headley Publicaciones Bros., London, 1917, pp. 233, 276.
22 Esto, por supuesto, habla de una contradicción en el entendimiento de que es un idealista para Carr y Bull. Para Carr, los teóricos de la utopía eran indiferentes a la realidad internacional, mientras que Bull pensaba que ellos no los ignoraban, pero que tenían una creencia desmedida en el “progreso”. Bull, p. 34.
23 Carr, p. 97.
24 N Etherington, “Theories of Imperialism in Southern Africa Revisited”, African Affairs, vol. 81, no. 324, 1982, pp. 386.
25 Hobson, p. xiii; H Brailsford, The War of Steel and Gold: A Study of the Armed Peace, G Bell & Sons, Ltd., Londres, 1918 [1914], p. 53; L Woolf, Empire and Commerce in Africa: A Study in Economic Imperialism, George Allen y Unwin, Londres, 1920p. 19.
26 P Wilson, “The Myth of the First Great Debate”, Review of International Studies, vol. 24, no. 5, 1998, p. 1.
27 Carr, p. 8.
28 Parkinson, p. 156.
29 Ver por ejemplo: L Woolf, Economic Imperialism, Prensa Swarthmore, Londres, 1920, pp. 104-106; L Woolf, Socialism and Cooperation, Leonard Parsons, Londres, 1921.
30 H Brailsford, After the Peace, Thomas Seltzer, N.Y., 1922, pp. 148-149.
31 D Long, “J. A. Hobson and Economic Internationalism”, en D Long and P Wilson (eds.) Twenty Years’ Crises: Interwar Idealism reassessed, Clarendon, Oxford, 1995, p. 182.
32 L Trotsky, The War and the International, Marxists Internet Archive, 1914, Disponible en: http://www.marxists.org/archive/trotsky/1914/war/ [Consultada el 13/6/2016]; K Kautsky, “War and Peace”, Marxists Internet Archive, 1911, Disponible en: https://www.marxists.org/archive/kautsky/1911/04/war1911.htm [Consultada el 13/06/2016].